dc.description.abstract | Varios clichés se articulan para referir a la producción arquitectónica
reciente: la Barcelona argentina, el salto después de una
extensa acumulación de tradición modernista, la emergencia de
algunas experiencias individuales que rompieron esas tradiciones,
la inyección fructífera de proyectos importados, un nivel alto en
el promedio de la actuación profesional, el éxito del plan estratégico,
los efectos de una gestión política que dio prioridad al
espacio público... Los logros obtenidos por administraciones de
distinto color, aunque no de direcciones contrapuestas, son vistos
como una continuidad que cruza los límites de la alternancia
electoral. Desde el retorno a la democracia se renovaron y ampliaron
los equipos técnicos municipales al integrar nuevos arquitectos
por distintos sistemas de evaluación o reconocimiento. La
visibilidad y disponibilidad mediática –capaz de constituirse en
objeto de las lógicas del marketing de ciudades y de ocupar, cada
vez más, la atención de los ciudadanos– fue reafirmando el rol
de la arquitectura en la gestión municipal. La experiencia se agita
como un modelo posible, contrastando con Buenos Aires; y los
numerosos objetos que construyeron esta imagen urbana exitosa
sirven para mitificar una «identidad» de la arquitectura rosarina. | es_AR |